sábado, 6 de septiembre de 2008

Adecue y adecúe

Si alguna vez usted dijo “Es necesario que adecúe mi horario”, es probable que un conocedor de normas lingüísticas le haya corregido: “No se debe decir 'adecúe' sino 'adecue'”. Y entonces usted se habrá preguntado: ¿Adecue?, ¿con pronunciación llana y no con acento en la u? ¿Pero no es así como la pronunciamos todos? Y a estas interrogantes le habrá seguido la extrañeza de la palabra 'correcta'.

Hace más de dos décadas, refiriéndose al habla de Argentina, el periodista Braulio Díaz (1985, p. 79) deploraba la mencionada 'incorrección'. Decía él: “adecuar se oye frecuentemente mal conjugado, porque la gente dice ‘adecúa’, ‘adecúo’ y ‘adecúe’, y no es así sino adecuen, adecuo y adecue, con acento tónico en la segunda sílaba. Y es que el verbo adecuar se conjuga como averiguar, y nadie dice ‘averigúo’, ‘averigúa’ ni ‘averigúe’.”

Como observamos, la acentuación 'errónea' del verbo adecuar, y lo mismo sucede con licuar y evacuar, no es reciente ni tampoco solo se usa así en el Perú. Debemos decir en esta parte que durante mucho tiempo la Real Academia de la lengua exigía que el habla se rija por la norma culta, y si bien esta exigencia era y sigue siendo necesaria para evitar un caos en la lengua con usos muy variados, actualmente se impone el criterio, tan o más valioso, que es el respetar el uso mayoritario.

Precisamente, si revisamos el Diccionario Panhispánico de Dudas, leemos en las entradas de:

adecuar(se): ‘Acomodar(se) o adaptar(se)’. En el uso culto se acentúa preferentemente como averiguar: ‘Los hechos históricos se adecuan a los intereses más diversos’; pero hoy es frecuente, y también válida, su acentuación como actuar: ‘El organismo adecúa sus respuestas a las estimulaciones y posibilidades del medio’.

licuar(se): ‘Hacer(se) líquida una sustancia sólida o gaseosa’ En el uso culto se acentúa preferentemente como averiguar: ‘Se licuan tomates’; pero hoy es frecuente, y también válida, su acentuación como actuar: ‘Todo se licúa’.

evacuar: ‘Desalojar o vaciar (un lugar)’, ‘expeler (excrementos)’ y, en lenguaje administrativo, ‘tramitar (algo)’ y ‘realizar (consultas)’. En el uso culto se acentúa preferentemente como averiguar: ‘Los dos hombres se ocupan de cambiar un catéter que evacua la orina’; pero hoy es frecuente, y también válida, su acentuación como actuar: ‘El niño evacúa varias veces al día’.

Con el subtítulo de “La norma de hoy”, en el mismo Diccionario (pp. XIV-XV, leemos: “Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos”.

La norma de cómo emplear una palabra se ha relativizado al uso mayoritario, aunque existe la preferencia por el uso culto. La aceptación de la variación dialectal se justifica en que la lengua no tiene valor en sí misma sino en el uso de los hablantes; son ellos los que le insuflan de vida y propician su permanente evolución en la comunicación. La palabra 'adecua' es la forma culta del español, aunque de uso minoritario; mientras que 'adecúa' es de uso popular y masivo.

En nuestros diarios, mimetizados con el habla general, se ha optado por la variante  democrática de nuestros verbos adecuar, licuar y evacuar con sus conjugaciones con hiato: adecúo, licúo y evacúo. El diario El Comercio (2-set-07; p. a22), por ejemplo, en su “Página de los lectores”, bajo el subtítulo “Basta de chistes”, se le responde a un lector: “tenemos que exigir que el Gobierno sí haga una compra transparente [de patrulleros], que las empresas telefónicas sí adecúen su servicio a la alta demanda de la que gozan […]”.



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Díaz Sal, B. (1985). El idioma nuestro de cada día. Buenos Aires: Plus Ultra. Temas contemporáneos 6.
Real Academia de la Lengua Española (2004). Diccionario Panhispánico de Dudas. Madrid: Espasa Calpe.

sábado, 26 de julio de 2008

hemorragia (de sangre) y error (involuntario)

En una institución académica es posible que nos inviten a una conferencia (completamente) gratuita y se nos indique asistir (puntualmente) a las 7:00 p. m. Cuando estemos en el auditorio probablemente se nos pida que esperemos un(os) (breves) instante(s), después se nos brinde un saludo (de bienvenida) y nos informen (por adelantado), que los participantes (presentes) que redacten (por escrito) un (breve) resumen con las conclusiones (finales) (al término) de la ponencia, recibirán un premio (muy) (especial).
Como hemos observado, las palabras presentadas entre paréntesis, semánticamente, no aportan nada o solo un matiz en la significación, pues los conceptos están sobreentendidos y son redundantes.
El DRAE define la redundancia (del lat. redundantĭa) como “Sobra o demasiada abundancia de cualquier cosa o en cualquier línea. // Repetición o uso excesivo de una palabra o concepto. // Cierta repetición de la información contenida en un mensaje, que permite, a pesar de la pérdida de una parte de este, reconstruir su contenido.”

Es redundante el empleo de palabras con conceptos semejantes: (vuelvo a) reiterar, repetir; insistir (de nuevo), caminar (a pie), suele (a menudo), a la (misma) vez, recordar (de memoria), coordinadas (entre sí), vigente (en la actualidad).

También incurrimos en redundancia al agregar palabras cuyos significados están implicados en otras: lapso (de tiempo), hace cuatro años (atrás), hemorragia (de sangre), hijo (varón, primogénito), jauría (de perros), rebaño (de ovejas), cardumen (de peces), subrayó (debajo), constelación (de estrellas), regimiento (de soldados), (color) azul, volar (por el aire), (proceso de) aprendizaje, kilogramos (de peso), reafirmar (otra vez), abismo (sin fondo), migaja (de pan).

Similar situación se presenta con el uso de adjetivos cuyos significados están comprendidos en el sustantivo: (breve) síntesis, resultados (alcanzados), erario (público), plan (futuro), (pequeña) casita, crisis (seria), (falso) pretexto, a la (mayor) brevedad (posible), mi opinión (personal), (nueva) iniciativa, partitura (musical), hecho (real), (pasada) experiencia, peligro (potencial), resultado (final), memorando (interno), (propia) autoestima, abstinencia (total); igual ocurre con algunas palabras adverbializadas: (completamente) desnudo, (totalmente) gratis.

Es notoria la torpeza de las frases “bajó hacia abajo”, “entró adentro”, “salió afuera” y “subió para arriba”, errores que se pueden evitar si precisamos el destino: bajó al sótano, subió a la biblioteca, salió al patio, entró a la oficina. Una redundancia escandalosa es usar adverbios que significan aumento en palabras con conceptos absolutos: (muy) esencial, (muy) primordial, (más) mejor, (más) peor.

Pero o sin embargo, nunca o jamás
Durante un periodo electoral, Fernando Olivera fue criticado por usar la escena de la famosa “patadita” en la campaña televisiva contra Alan García, porque resultaba ofensiva para la víctima el recordarle aquella afrenta. Olivera dijo entonces: “Esa es una imagen real, pero sin embargo, vamos a considerar su retiro”.
La palabra “pero” es una conjunción adversativa y se utiliza para unir proposiciones breves. (Fui al teatro, pero no hubo función.) El conector “sin embargo” es igualmente adversativo y se emplea generalmente para unir proposiciones extensas. (El rol de los medios de comunicación es educar a la población a través de la información objetiva, la opinión comprometida y una apertura democrática; sin embargo, en nuestro país ese rol parece una fantasía.) Por tanto, es erróneo emplear la locución “pero sin embargo” porque cada elemento significa lo mismo; igualmente sucede con la combinación “nunca jamás” que a veces escuchamos (Iré a la fiesta, pero con él nunca jamás).

Un amigo (personal)
Dice el periodista español Álex Grijelmo (2004, pp. 39-40): “Algunas palabras tienen un significado completo, contundente, que apenas admite matices cuando se pronuncian solas. Decimos ‘amigo’ y con eso está todo expresado. ‘Cristina y Javier son mis amigos’, por ejemplo. […] ‘Emma, Carmen, Elena, Lola y Montse son mis amigas.’ Pueden cambiar los nombres, pero la palabra se afirma hermosa en cada una de sus sílabas”. Y concluye: “Ahora oímos continuamente que Fulano es ‘amigo personal’ de Mengano, como si un amigo no fuera personal. Y eso es un peligro. Si dejamos de creer en la palabra amigo, si empezamos a adjetivarla, algún día dejaremos de creer en la amistad”.
 
Un error (involuntario)
En el sector administrativo puede escucharse que alguien cometió un error 'involuntario'; el adjetivo es redundante, pues si el error hubiera sido intencional no habría equívoco sino un acto perverso.

La redundancia es un vicio de expresión que puede ser identificado si conocemos el significado de las palabras y organizamos enunciados donde cada una sea necesaria y cumpla su función con plenitud.

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Grijelmo, Á. (2004). La punta de la lengua. Críticas con humor sobre el idioma y el diccionario. Madrid: Aguilar.
Paizy, G. (2006). Redundancias. Recuperado de www.ciudadseva.com/enlaces/redunda.htm

martes, 8 de julio de 2008

tacutacu y otros afronegrismos

Durante la colonización europea de América del Sur, fueron traídos en condición de esclavos grandes grupos de africanos. En el Perú, como en Brasil y El Caribe, estos inmigrantes forzados se dedicaron a la agricultura, adaptando su cultura y sus lenguas al nuevo entorno.
Fernando Romero, historiador y marino, al contrastar diversos diccionarios y expresiones vivas por todo el continente, en 1988 publicó un registro de aproximadamente 400 palabras de posible origen o influencia africanos, empleadas en el litoral peruano. De su glosario de afronegrismos, extraemos una pequeña muestra:

bolondrón. De frecuente uso en el lenguaje familiar. Esta palabra, o su variante ‘molondrón’, se usa desde las Antillas al Río de la Plata. Su acepción de “suma considerable de personas, bienes o cosas”, probablemente derive de los vocablos africanos bólo ‘maleza, monte’ (reunión de vegetales en cantidad), boloka, bolola ‘abundancia, exceso’, bulolo ‘gran cantidad’ y móolo ‘desarrollar, crecer mucho y bien’. En lengua kimbundu, mulundum es ‘montón de cosas’. En Puerto Rico, bululu es ‘alboroto, escándalo’. En Venezuela, molondrón es ‘atado, paquete, lío’, significados que corresponden a bundu, vocablo de la lengua mandé.

¡bundungún! Exclamación que proviene del kikongo bundungu-bundungu que significa ‘imitación del ruido que hace una persona gruesa y grande’ (al desplazarse, según supone Romero).

cau cau. “Vianda hecha de panza de las reses.” Considerando errónea la derivación etimológica que se ha hecho del quechua, el autor propone los vocablos del kikongo: kutu es ‘vientre, estómago’; kuta es ‘rumiar, tascar’; kaú es ‘parte, porción, lote, contribución, cotización, ofrenda, donativo, cuota’; y plantea: “Si se plantea lo que podría llamarse artificio etimológico, se puede reunir elementos que quizás permitan describir indirectamente la vianda de que se trata, que cuando la comemos masticamos lo que sirve para rumiar, ya que está preparada a base de pequeños trozos del estómago de un animal y es este órgano el que regurgita el bolo alimenticio cuando los rumiantes tragan. Al swahili, por otra parte, se ha incorporado un término parecido al peruanismo, que expresa mediante la repetición de la voz una continuidad en el fenómeno. Se trata de keu, ‘rumiar el alimento que mastican por segunda vez los rumiantes’”.

humita. Aunque registrado por varios autores como un peruanismo de origen quechua, el autor plantea el posible cruce de este quechuismo con un elemento afronegro. “En el Brasil se encuentran unas gachas muy espesas, hechas de harina de maíz, desleídas en agua, que presentan características similares a nuestra humita. Suelen ser dulces (lo cual no era nada común en el Perú prehispánico pero sí muy frecuente en el África azucarera del siglo XV) y en tal caso se llama acassá. Pero también se hacen saladas, las que se denominan aberem […].. A los indicios que se acaban de mencionar se añade otro de carácter lingüístico que está relacionado con el hecho de que la humita, cuyo nombre llevaron los españoles a su país, era sometida a un procedimiento de secado y es en esta forma que la presenta el diccionario de la Academia […]. Esto da qué pensar. Yuma (=i-uma) se refiere a kikongo a un ‘alimento’ y también es ‘algo que se seca’.”

mandinga. Desde el siglo XVIII se registró con el significado de ‘demonio’ y así lo empleó, por ejemplo, Ricardo Palma. Resulta que en África existió el imperio de los 'mandinkas' o 'mandingos', cuyo poderío se elevó en el siglo XIV. Cuando los descendientes de este reino fueron esclavizados por los europeos y traídos a América, se les nombraba como mandingos y derivó en su femenino. Las prácticas fetichistas de estos africanos hizo de ‘mandinga’ sinónimo de ‘brujería’.

mucama. En la lengua kimbundu, existe la palabra mukama. Corominas registraba su uso en Brasil, pero desconocía su origen. Hollanda Ferreira anota que ‘era la esclava escogida para ayudar en los servicios caseros o servir de compañía, siendo a veces ama de leche’.

tacutacu. Se conoce que grupos africanos en América denominaron algunos alimentos como fufú, tontón, tum-tum, plan-plan. Recordemos que el Perú tuvo abundancia de congo-angoleses. Respecto a tacutacu, en la lengua efik, la palabra n’tak significa ‘algo que se deja’; en swahili, taktaka es ‘deshecho, desperdicio, cosa que no vale nada’, acepción similar en el kikongo de El Salvador. Laman, en su diccionario, anota táku como parte trasera del hombre o animal, y taka-taka es el manjar hecho con bananas, maní y aceite de palmas, y con el mismo nombre designa una pasta de maní y de carne o pescado. Taka es ‘escoger lo mejor, seleccionar, archivar, distinguir’. Señala Romero: “Esta última acepción no es tan interesante como las anteriores; pues el tacutacu de hoy parece que entre nosotros se identifica con el calentau matinal que se prepara con los restos, los sobrantes del día precedente, por lo cual quizás le corresponda un nombre peyorativo como las voces que hemos mencionado”.

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Romero, F. (1988). Quimba, fa, malambo, ñeque. Afronegrismos en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Serie: Lengua y sociedad, 9.

currículum vítae y otros latinismos

Alrededor del siglo II a. C., en la Península Itálica, aparece el latín preclásico en la literatura. Durante la expansión y apogeo de Roma, hasta los primeros años d. C., el latín logró su mayor esplendor.
Tradicionalmente, se clasifica esta lengua en latín vulgar o sermo vulgaris y latín clásico o sermo urbanus. El imperio romano desarrolló una jurisprudencia muy elaborada, lo que permitió su extensión a otros países.
Una palabra o frase de origen latino, empleadas en la actualidad en otra lengua, reciben el nombre de latinismos. En nuestro idioma se evidencia el aporte del latín no solo en la jerga jurídica sino también en términos de uso cotidiano.

alma máter: universidad, madre del espíritu.
ad hoc: con un propósito específico.
ad honórem: hecho que se realiza gratuitamente.
ad litteran: textualmente.
a priori: fundado en hechos no probados o aún no producidos.
déficit: carencia o deficiencia de algo.
ex abrupto: de súbito, hecho brusco.
ex profeso: intencionadamente.
in fraganti: en el momento de cometerse el delito.
in memóriam: en la memoria de.
in situ: en el sitio.
ipso facto: en el acto, inmediatamente.
sui géneris: excepcional.
ultimátum: última oportunidad.
quórum: “número de individuos necesario para que un cuerpo deliberante tome ciertos acuerdos; proporción de votos favorables para que haya acuerdo”.
lapsus: falta o equivocación que se comete por descuido.

El término latino status designa el estado de algo o una posición social; su forma hispanizada en singular y plural es estatus. El Diccionario panhispánico de dudas pide que recordemos los términos españoles equivalentes: condición, posición, estado.

Las palabras hispanizadas estatus, memorando, simposio y foro
Debe preferirse la forma hispanizada “memorando” a la voz latina memorándum. El memorando es un documento administrativo que informa sobre hechos pendientes o notifica sobre un asunto determinado.
El latinismo simpósium se originó de la voz griega sympósion (banquete), y es empleado con el significado de “conferencia o reunión de especialistas para tratar un determinado tema”. El inglés lo recogió con la forma symposium y de este se trasladó al español; sin embargo, es recomendable la forma hispanizada “simposio”.
Proveniente de la palabra latina fórum, un foro es una reunión en la cual se discute públicamente un asunto; también alude al lugar donde se realiza dicha reunión.


¿Cómo se pronuncia currículum vítae?
La locución latina currículum vítae significa literalmente “carrera de la vida”; designa al documento que contiene los datos personales, formación académica, trayectoria laboral y méritos de una persona. Como en el latín vulgar el diptongo ae se pronuncia como e, la pronunciación de vítae es [bíte], pero también es válida la pronunciación [bítae], correspondiente al latín clásico. Lo que no es admisible es la pronunciación [bitáe].

Currículo y currículosLa forma hispanizada de la locución currículum vítae se reduce al primer elemento: currículo, que significa tanto “historial profesional” como “plan de estudios”. Su plural, con el sentido de plan de estudios, es “currículos” y no “currícula”.
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Mendiburu Mendocilla, M. (s. a.). Latín para abogados. s. l.: Karvin Editores Consultores.
Real Academia de la Lengua Española. (2006). Diccionario panhispánico de dudas. Recuperado de http://www.rae.es

mariposa macho y mariposa hembra

Generalmente, el lenguaje refleja el sexo de las personas y animales; de modo que un escritor es de sexo masculino y una escritora es de sexo femenino, un león es un felino macho y una leona su par hembra. En estos casos, la gramática y la realidad tienen una obvia correspondencia.
La mayor parte de sustantivos tienen género masculino o femenino, y esta diferencia se da a través de dos formas:
a) con cambios morfológicos, si solo varían en sus terminaciones: señor y señora, panadero y panadera, gallo y gallina, etc., o
b) con cambios léxicos, si los nombres para el masculino y el femenino son totalmente diferentes: varón y mujer, toro y vaca, caballo y yegua, etc.
Pero cabe indicar que los géneros masculino y femenino son detalles que pertenecen únicamente al lenguaje y –como claramente explica Álex Grijelmo (2006:102-103)– al ser el género un fenómeno gramatical, “el género no siempre coincide con el sexo, y funciona al margen de esa condición biológica. El sexo forma parte de la realidad real (…); pero el género forma parte de la realidad gramatical.”
Efectivamente, existen sustantivos denominados “epicenos” (del latín epicoenus, común), cuya forma invariable para el masculino y el femenino sirve para referirnos por igual a seres de ambos sexos. Si alguien dice que ‘una persona salvó a una criatura de ser víctima de la picadura de un insecto’ no nos precisa si el protector fue un varón o una mujer, ni si la criatura fue niño o niña, ni tampoco si el insecto fue macho o hembra.
Un grupo de sustantivos de género común lo integran aquellos cuyo masculino o femenino solo se indica al agregar el artículo respectivo, como en el artista y la artista; se suman: bebé, adolescente, joven, cantante, pianista, huésped, homicida, ayudante, dentista, etc.
Luego, encontramos un gran grupo de sustantivos epicenos referidos a animales. Si bien existen los masculinos y femeninos de animales domésticos como gato y gata, perro y perra, y de aquellos cuya crianza permite el desarrollo de una actividad económica, como toro y vaca, carnero y oveja; existe una mayoría de animales que no hemos diferenciado su sexo con un cambio morfológico o lexical.
Esta imprecisión del sexo de los animales mediante el género masculino o femenino se aplica a especies que no han sido domesticadas o cuyo sexo es difícil de identificar. ¿Cómo distinguir si la mariposa que está volando en el jardín es macho o hembra? Y si se puede determinar su sexo, es aquí donde viene a nuestro auxilio el adjetivo correspondiente, y tendremos una mariposa macho o una mariposa hembra; lo mismo ocurriría si distinguimos una ballena macho de una ballena hembra, una serpiente macho de una serpiente hembra. La lista de animales con género epiceno es larga: mosca, pulga, cucaracha, lagartija, camello, cebra, jirafa, ardilla, hormiga, pez, pelícano, hipopótamo, etc.
El periodista costarricense Fernando Díez hace notar que el diccionario de la RAE en su 21ª edición, extrayendo dos especies animales del grupo de epicenos, ha incorporado el macho de rata como rato, y el macho de rana, como rano. Y con respecto al primer nuevo sustantivo, advierte: “En lo sucesivo, cuando los inviten a pasar un buen rato, analicen cuidadosamente la propuesta.” Y luego bromea sobre el método para diferenciar el sexo de las ranas: “las verdes y simpáticas ranitas, que animan el paisaje veraniego con su monótono croar, poseen su rano. Que ¿cómo se distinguen? Muy fácil. Lance una piedra a un estanque lleno de estos batracios. Las que huyan asustadas son ranas, los que huyan asustados son ranos. No hay modo de equivocarse.”

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Díez Losada, Fernando (2006) “Palabras y animales” En: http://www.pulso.org/Espanol/Idioma/guardian28.htm
Grijelmo, Álex (2006) “La gramática descomplicada” México: Taurus-Santillana.

'poner los cuernos' y otras frases


Poner los cuernos
En las primeras escenas de la película Corazón valiente, ambientaba en Escocia en la época medieval, vemos a una pareja que se casa clandestinamente, y la razón de su ocultamiento es que el varón no desea compartir a su esposa con el gobernante, pues este tenía el derecho de pasar la primera noche con la joven. Este privilegio se llamaba el derecho de pernada y, cuando se consumaba, en la puerta del lecho se colocaba como señal un cuerno de alce.
Al respecto, en el boletín electrónico Libros en Red, encontramos la siguiente explicación: “en los países nórdicos de la antigüedad, los gobernadores de las comarcas podían, por su condición de tal, seleccionar a las mujeres con las que deseaban intimar. Cuando esto ocurría, la puerta de la casa donde se encontraba el gobernador con la mujer elegida, era adornada con los cuernos del alce, en señal de su presencia. Si la mujer estaba casada, su marido mostraba felizmente a sus vecinos el adorno, orgulloso por la visita del gobernador a su humilde morada. Y así surgió la popular expresión: ‘Te pusieron los cuernos’ o ‘Eres un cornudo’. Solo que hoy en día genera de todo, menos deseo de jactarse”.

Estar en la luna de Paita
Cuando alguien es sorprendido en actitud absorta o distraída, es posible que le reprochen “el estar en la luna de Paita”. Aurelio Miró Quesada (2005, p. 76) en su crónica de viaje, publicada en 1947, cuando visitó Piura, escribió:
“En la actualidad, Paita es un puerto sencillo, tranquilo, lento. Sus construcciones son modestas, y solo la enaltecen los datos de la historia, y el rumor de su mar siempre apacible y siempre suave. Por eso me agrada verla así, cuando las sombras de la noche encubren sus defectos y solo resaltan sus virtudes. Unido a Paita por un lazo de especial simpatía, es bajo la brisa de la noche como me complace recorrerla. Noches serenas y purísimas, que a veces anima el brillo de la luna, cuya contemplación arroba y envuelve de tal modo que se ha hecho ya clásica la frase de ‘quedarse a la Luna de Paita’”.

Lágrimas de cocodrilo
Miguel Carneiro (1997, p. 48) explica que con esta frase se alude a quien llora de modo engañoso. Y anota sobre el origen: “En griego króke es guijarro y drilo es gusano, por eso Herodoto cuenta que los griegos llamaban krokódilos a los lagartos del Nilo porque con su piel rugosa parecían unos gusanotes cubiertos de guijarros. Al latín pasó como cocodrillus, y al castellano como 'cocodrilo'. En 1536, el explorador y cuentista inglés Sir John Maundeville publicó su obra Les Voyages de Johan de Maundeville-Chevaler, en donde relata que navegando por el Nilo, al caer al agua uno de sus guías, fue devorado por un cocodrilo tan cruel que lloraba mientras se lo comía. Su obra fue divulgada por toda Europa y se creó la locución llorar lágrimas de cocodrilo para decir de alguien que lloraba sin pena. Lo que pasa es que los cocodrilos, como muchos reptiles, segregan un líquido para lubricar sus ojos, que les gotea por fuera a manera de lágrimas”.

Hacer su agosto
Fernando Varela, en su Diccionario Fraseológico del Español Moderno, anota que  'hacer su agosto'  es 'hacer un gran negocio'. El origen de esta frase nos lo explica Alberto Buitrago en su Diccionario de Dichos y Frases Hechas:

"Se emplea esta expresión para indicar que se ha hecho mucho dinero y de forma muy fácil en algún negocio. […] Procede esta expresión de las ferias de ganado que durante la Edad Media se hacían en toda la Península, fundamentalmente en Castilla. Se celebraran en época veraniega y la mayor concentración de mercados tenía lugar en el mes de agosto, sobre todo el día 15. Los feriantes salían con sus productos o con su ganado y hacían el agosto, es decir, iban de pueblo en pueblo comprando y vendiendo mercancía. Terminando el mes, regresaban a casa. Actualmente, y continuando la tradición, se siguen celebrando ferias y corridas de toros en media España. La expresión se refiere también a la recolección y a la vendimia, a la época en la que el campesino ve su trabajo transformado en dinero porque recoge y vende lo que su tierra le da. Las dos interpretaciones están fuertemente emparentadas".
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Boletín Libros en Red (2006). Recuperado de http://librosenred.com

Carneiro Figueroa, M. (1997). Manual de redacción superior. Lima: San Marcos.
Miró Quesada Sosa, A. (2005). Costa, sierra y montaña. Lima: Editora El Comercio. Col. Peruanos Imprescindibles 14.
Varela, F. (1994). Diccionario Fraseológico del Español Moderno. Madrid: Gredos.

Chanita, Toño y otros hipocorísticos

Quienes tratan a una persona con formalidad se refieren a ella por su nombre, por ejemplo, Roxana; pero quienes gozan de su amistad, la pueden llamar Roxanita, Roxan, Roxi, Chana e incluso Chanita, dependiendo del menor o mayor grado de confianza. Esta variación afectiva del nombre propio, que transforma Victoria en Vicky, Alejandro en Alejo, Luis en Lucho, etc., es lo que se denomina hipocorístico.
Hipocorístico (Del griego hypokoristikós, ‘acariciador’) es un adjetivo que el DRAE define como “Dicho de un nombre: Que en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística”. Luis Hernán Ramírez (1997: 229-230) explica que “con este término se alude a las abreviaciones, modificaciones y, algunas veces, a inexplicables deformaciones que sufren los nombres propios de personas en la lengua familiar y que son usadas para designar cariñosamente a un individuo en el medio familiar”.
Un hipocorístico se puede formar a través de diversos procedimientos (Ramírez):
a) Transformación fonética, con semejanza a los sonidos del lenguaje infantil: Gloria → Yoya; Sergio → Checho; César → Shesha.
b) Adición de sonidos: Juan → Juancho; María → Maricucha; Miguel → Miguecho; Luis → Luisito.
c) Supresión de sonidos, sean iniciales, intermedios o finales: Guadalupe → Lupe; Gustavo → Tavo; Gregorio → G(reg)o(r)io → Goyo; R(odr)igo → Rigo; Teresa → Tere; Natalia →Naty, María Julia → Maju.
d) Supresión de sonidos y deformación fonética: Isabel → -sabel → Chabela; Rosario → -sario → Charo; Mercedes → -merce → Meche; Soledad → -sole → Shole.
e) Repetición de una sílaba del nombre: Roberto →-to → Toto; Noemí → No- →Nonoy.
Por otro lado, Martínez de Souza indica que los hipocorísticos, además, "pueden consistir en palabras formales aplicadas con un sentido especial dotado de cierta ternura, como cuando a un niño le llamamos rey, cielo o a una niña la llamamos cielo, muñeca. También puede adoptar, en este caso, cierta forma diminutiva, como chiqui (de chico) o cielín (de cielo) o bien un abreviamiento, como peque (de pequeño)”.
Veamos algunos nombres y sus respectivos hipocorísticos; de mujeres: Yolanda, Yoli; Graciela, Chela; Luisa, Lulú; Susana, Susi; Pilar, Pili; Tamara, Tami; Dolores, Lola; Guillermina, Mina; Concepción, Conchita; Cristina, Cris; Elizabeth, Liz; María Teresa, Maite. De varones: Antonio, Toño, Toni; Fernando, Nando; Jorge, Coco; Javier, Javicho; Francisco, Pancho; Juan José, Juanjo; José María, Chema; Ignacio, Nacho; Eduardo, Lalo; Enrique, Quique; Federico, Quico.
A veces un hipocorístico se utiliza para varios nombres: Tina abrevia a Ernestina, Cristina, Valentina, Agustina; y Teo, a Teodoro, Timoteo, Teófilo, Doroteo, Teodocio.
Un nombre genera un conjunto de hipocorísticos, algunos de los cuales evolucionan y adquieren autonomía, para después ser aceptados como nuevos nombres. Del nombre hebreo Jacob, por ejemplo, se creó Jaco, Jago o Yago, y de este devino Santiago; Jacobo se transformó en Jácome que, trasladado al catalán, resultó Jaume, hasta llegar a Jaime. Isidoro formó Isidro; María Soledad, Marisol; María Isabel, Maribel y Mabel; María Ana, Marián, y Ana Isabel, Anabel.
En algunos casos es difícil emparentar el hipocorístico con el nombre original, por ejemplo: de Gertrudis se formó Tula; de Eduviges, Avoiza; de Ramón, Moncho; de Vicente, Tico, y de Eulalia, Laia.
Es curiosa la formación de Pepe como hipocorístico de José; según la tradición cristiana, se utilizó la abreviatura p.p. del latín pater putativus en alusión al padre de Jesús. Se dice también que Francisco formó Paco debido a la abreviación de Pater Comunitas, con que los monjes se referían a la congregación de San Francisco de Asís; aunque es evidente la simple reducción de la escritura Phranciscus a Phacus y de esta a Pacus.

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Albaigès, Josep M. (2006) “Hipocorísticos” http://www.albaiges.com/foni/hipocoristicos.htm
Martínez de Souza, José (1998) “Los hipocorísticos” En: http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/septiembre_98/11091998_02.htm
Ramírez, Luis Hernán (1997) “Estructura y funcionamiento del lenguaje” 7ª ed. Lima: M&B editores.